Los sentimientos son los condicionamientos que impone la psicodinámica a niveles espirituales, permitiendo únicamente cierto abanico de actividad sobre determinadas cosas o situaciones.
Lo que sentimos no es bueno ni malo, lo podemos clasificar en positivo y negativo, en relación a lo que nos provoca. El sentimiento tiene como base la memoria evocativa, restringida a nuestra parte biográfica. Esto quiere decirse que para situaciones nuevas, que no tengan similitudes pasadas con nuestra experiencia, tendremos un comportamiento inocente, al mismo grado que un infante se comporta con lo novedoso. A raíz de esa experiencia tomamos conciencia del suceso. Lo que llega a conformar el sentimiento, puede evocarse por largo tiempo, desapareciendo generalmente cuando la memoria invocativa tiene recuerdos que permiten administrarlo en un período indeterminado (largo o corto).
Los sentimientos y las emociones nos permiten tomar conciencia del medio en el que vivimos, sean agradables o desagradables. Basar el comportamiento en el momento de la emoción o mientras dura el sentimiento, pueden ayudarnos mucho, pero en el momento en que se desvanecen o cambian, si no hemos sido capaces de administrarlos conforme a nuestra memoria invocativa, pueden transformarse en enemigos.
La memoria invocativa puede hacernos evocar emociones y llegar a conformar una manera de sentir, no obstante, este tipo de autodominio puede llegar a dar la falsa sensación de control sobre nuestra propia psique.
Las personas más cercanas a nosotros, conocen cómo reaccionamos frente a determinadas situaciones; y hasta con sólo ver en nuestro rostro un simple gesto, pueden llegar a empatizar cómo nos sentimos.
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